La “diosa de las cosechas” o “diosa de la abundancia”, como se la conoce localmente, está considerada una de las montañas más difíciles de escalar y más mortales. En esta primera ascensión, no obstante, el azar y, sobretodo, la gran fortaleza de los integrantes del equipo francés evitó que hubiera que lamentar ningún accidente fatal.
El equipo francés
La expedición francesa estaba integrada por los alpinistas más experimentados del país. Algunos de ellos se habían endurecido y curtido participando en la Segunda Guerra Mundial y otros eran destacados guías e instructores de la prestigiosa Compañía de los Guías de Chamonix.
Los miembros de la expedición, liderados por Maurice Herzog, fueron Louis Lachenal, Lionel Terray, Gaston Rebuffat, Jean Couzy y Marcel Schatz. Este grupo de escaladores era el mejor, sin duda, que se podía encontrar en aquel momento en Francia y, probablemente, de los mejores de su época en todo el mundo. Para completar el equipo contaban con Jacques Oudot como médico oficial, el cineasta Marcel Ichac para documentar gráficamente la expedición y el diplomático Francis de Noyelle como enlace con las diferentes administraciones y gobiernos y encargado de la logística general de la expedición.
Los precedentes
Hasta ese momento se habían realizado por distintas naciones 22 expediciones a montañas de más de 8000 m sin conseguir hollar ninguna de sus cumbre. Los números no les eran en absoluto favorables. A la descomunal empresa de superar una altura y un clima tan extremo, se debe destacar que lo afrontaban con una escasez de mapas de la zona y sin ninguna descripción útil de la ruta que debían seguir. Tampoco contaban con el oxígeno embotellado tan común en expediciones de este calibre.
Una empresa de tal envergadura y peligrosidad hubiera echado hacia atrás a la mayoría de personas, pero estos alpinistas de mediados del siglo XX estaban hechos de otra pasta. Todos prometieron seguir las instrucciones de su líder con el objetivo de llegar a la cima del Annapurna o del Dhaulagiri (en aquel momento no estaba decidido aún cuál de las dos montañas atacarían o, incluso si intentarían primero una y, en el caso de encontrar excesivas dificultades intentar la otra).
El plan de ataque
El principal objetivo que tenía en mente la expedición era el Dhaulagiri. Tras múltiples incursiones para explorar las diferentes caras de la montaña y las posibles vías de acceso tan solo alcanzaron una altitud de 5500 metros. Valoraron la mole impracticable y decidieron cambiar de objetivo y trasladarse al Annapurna, aparentemente más accesible. Los aventureros ignoraban que, años más tarde, sería considerada una de las montañas más difíciles y mortales del mundo.
Pero el traslado de objetivo no fue una tarea nada fácil. Contando con tan solo un mapa de la zona lleno de inexactitudes, tuvieron que pasar varias semanas de exploración hasta encontrar un paso practicable que les acercara a los pies del Annapurna.
La moral del equipo continuaba alta, pero el monzón se aproximaba y todavía debían descubrir una vía de acceso para atacar la montaña. Una vez descubierta la vía más prometedora, solo disponían de 12 días para aclimatar, subir el material, montar los campamentos, hacer cima y descender. ¡Todo un reto!.
A partir de ese momento, la actividad fue frenética en la montaña, en unas condiciones meteorológicas siempre cambiantes. Impresionantes tormentas intercaladas con días calurosos favorecedores de numerosas avalanchas, era el escenario donde los alpinistas debían luchar para ir ganando terreno, poco a poco, a la montaña.
En pésimas condiciones físicas, exhaustos y con los dedos medio congelados, los alpinistas junto con los sherpas, consiguieron montar hasta 5 campamentos entre el campo base y los 7500 metros.
La preciada cima
En el pequeño Campo V provisto, tan solo, de una pequeña tienda azotada por el viento y medio enterrada en la nieve, pasaron la noche del 2 al 3 de junio Herzog y Lachenal. Una de las noches más nefastas de sus vidas, según apuntarían más tarde. A la mañana siguiente, se encontraban con las mínimas fuerzas, sin haber podido dormir en toda la noche y con mal de altura. Ni tan solo tuvieron fuerzas ni ánimo para derretir agua para hidratarse. Habían tomada una fuerte dosis de Maxiton, una anfetamina que se consideraba de consumo tan normal como las propias aspirinas en aquella época. En estas patéticas condiciones la cordada iniciaba el ataque a la cima del Annapurna.
El lento y torpe avance, debido a las condiciones de la montaña, a la falta de oxígeno y a sus ya muy mermadas condiciones físicas, hizo plantearse a Lachenal una retirada notando que sus pies se congelaban irremediablemente. Este preguntó a su compañero que qué haría si él se retiraba. Sin dudarlo, Herzog, seguro de que esta era su última oportunidad de conquistar la montaña, replicó que seguiría solo hasta la cumbre. Lachenal no quiso dejar solo a su compañero de cordada y lo siguió hasta el final.
Unas horas después, una eternidad en sus condiciones, serían los primeros humanos en pisar la cumbre del Annapurna y de conquistar la primera montaña de más de 8000 metros de la historia.
El atroz retorno
En el Campo V pasaron una segunda noche junto a Terray y Rebuffat, que habían subido como equipo de apoyo. Herzog y Lachenal, además de estar completamente exhaustos, sufrían severas congelaciones en manos y pies. Al día siguiente, descendiendo al Campo IV, Lachenal sufrió una caída en una grieta y tuvieron que pasar la noche vivaqueando. Por la mañana un alud enterró la tienda donde estaban, pudieron salir y continuar hasta el Campo IV donde los fué a recibir Schatz.
Hoy en día, una evacuación en el Himalaya se puede realizar en 3 o 4 jornadas o menos pero, en aquella época, necesitaron un mes entero, bajo el duro monzón, tan solo para llegar al primer medio de transporte. Los alpinistas se salvaron de milagro. Durante esos días, tuvieron que soportar numerosas amputados de los dedos de manos y pies para evitar las gangrena y las infecciones.
La polémica
La expedición no estuvo exenta de ciertas polémicas, que no eclipsan, para nada, el enorme reto conseguido por el grupo francés. Maurice Herzog asegura que tomaba las decisiones por consenso pero, la realidad es que él, como jefe de la expedición, tenía la última palabra y no todas sus decisiones fueron bien acogidas por el resto de los miembros de la expedición.
Por otro lado, en el año 2000, un periodista norteamericano publica un libro (Annapurna, un asunto de cordada) en el que cuestiona que realmente se hollara la cima de la montaña en esa expedición. El periodista aseguraba que se había realizado un pacto de silencio para no revelar la verdad. El libro pasó desapercibido con escasa credibilidad, y la versión oficial de la conquista del Annapurna sigue siendo la relatada por Herzog.
Documental Al filo de lo imposible «Ascension al Annapurna, una trampa mortal»
La camiseta del Annapurna
La camiseta que diseñado del Annapurna pretende ser un homenaje a los primeros alpinistas en coronar una montaña de más de 8000 m. Una montaña XXL. Una proeza que muchos, durante largo tiempo, consideraron imposible. Un puñado de alpinistas, con su tenacidad y fortaleza, consiguieron el sueño de tocar el mundo de los dioses.
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